Al final del rollo

Lo despliegas con frecuencia, según necesidades domésticas tan insignificantes como ineludibles. Para envolver, para limpiar, para preservar, para separar, para ordenar. Y él se entrega sin ofrecer resistencia, impulsado por un rodamiento ligero, generoso pero silencioso. Se nos ofrece en un desenrosque alegre, sin importarle la extensión. Nos entregará unos pocos centímetros o varios metros de su reserva, siempre sin exigir esfuerzo por nuestra parte. De papel, de plástico, de plata… Higiénico, empapador, protector, el papel de rollo ha entrado en nuestras vidas con discreción, pero haciéndose imprescindible. Puebla cocinas y cuartos de baño y, ante cualquier eventualidad higiénica, siempre nos saca del apuro. Se pliega sobre sí mismo en una espiral vertiginosa haciendo que cientos de metros quepan en una sola mano, fluyan por nuestros dedos y acepten el corte según nuestras necesidades. Basado en una tecnología simple y movido por energía rotatoria, él se pliega en redondo para que nosotros lo desenrollemos en función de nuestras más diversas, a veces caprichosas, exigencias. 

El secreto de tanta extensión plegada sobre sí misma, pero siempre dispuesta al desenrolle, radica en su núcleo, en ese esqueleto de cartón que sólo queda al descubierto al final del rollo. Desaliñado, con las junturas al descubierto se nos antoja objeto feo e innoble, destinado al desperdicio. Ese cilindro marronáceo que sólo aparece cuando el papel se termina, parece moverse entre la desilusión y el desprecio. Se nos acabó el rollo, nos dejó con la tarea a medio completar y nos obliga a buscar un nuevo rollo. Sin embargo y por mucho que nos enfade el agotamiento del papel, el cilindro de cartón no es final sino principio, principio motor de su desenfrenado despliegue. Obediente a nuestros deseos, da vueltas hasta el mareo o permanece inmutable, rueda con desenfreno o apenas se mueve medio giro. Humilde, obediente, feo, rasposo, no hace alarde de su centralidad esencial ni de su capacidad para el rodamiento. Resulta difícil descubrir su potencialidad tras su franciscana discreción. Pero el cilindro de cartón que soporta el rollo es motor y sujeción, soporte o, mejor, sustento, la base de toda utilidad, el punto de arranque de todo movimiento

Adela Rodriguez

Vigo,  24 / 05 / 2020